México.
30 de agosto de 2013.-Viene la represión contra los maestros que
disienten de la reforma educativa. De manera especial, los integrantes
de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Será entre
la noche del viernes próximo y la madrugada del domingo. No está
planeado que corra la sangre al río, pero sí que haya ríos de botas,
uniformes, cascos, escudos, toletes, gases lacrimógenos y mangueras de
agua a presión para desalojar y replegar a los maestros. Recordemos que
hoy la represión no es sinónimo de exterminio físico o muerte, sino de
contención y abatimiento político.
El
plan está a la vista de todos y se ha armado de la siguiente manera: los
dirigentes visibles del movimiento serán los primeros aprehendidos,
acusados de delitos federales como sedición, rebelión y motín. La
denuncia correspondiente ya la promovió un grupo de senadores del PAN
ante la PGR, mientras que el dirigente del PRD, Jesús Zambrano, y el
coordinador de los senadores perredistas, Miguel Ángel Barbosa, se han
deslindado de las movilizaciones de protesta de la CNTE.
Posteriormente
vendrá el desalojo de los campamentos en el zócalo y en las calles
aledañas, a cargo de las policías federal y de la Ciudad de México. Tres
círculos de policías rodearán los campamentos. El primero irá armado
únicamente de escudos y toletes, sin armas de fuego. El segundo círculo
servirá de contención o muro del primero, y llevará gases lacrimógenos.
El tercer círculo de fuerzas de seguridad estará conformado por equipo y
tanques antimotines, que operan con agua a presión. Es el equipo que
adquirió el gobierno de Felipe Calderón, pero que al parecer le tocará
estrenar a Enrique Peña Nieto.
Desde
el viernes todos los elementos de ambas corporaciones que intervendrán
en el operativo serán acuartelados. Este es el motivo por el que se
habría suspendido el clásico de futbol del domingo en ciudad
universitaria, porque literalmente no habrá polícias en las calles sino
todos estarán en sus cuarteles. Además, claro, de evitar que porras y
barras futboleras se enfrenten entre ellas o, eventualmente, grupos de
jóvenes se adhieran a los maestros.
El
operativo en ciernes provocó ya la cancelación del viaje presidencial a
Turquía y dejó en suspenso el día, lugar y hora en que el Presidente
Peña Nieto enviaría el mensaje a la Nación con motivo del primer informe
de gobierno. Personalmente estará al frente del operativo de desalojo
de los maestros. Y en función de los resultados, presentará su mensaje a
la población, en cadena nacional.
Todo
está orientado a que este operativo de desalojo y repliegue de los
maestros disidentes sea el mensaje central del primer informe de
gobierno. Que la Nación y el mundo sean testigos de un acto de fuerza,
firmeza y autoridad presidencial, justo en el momento en que ha crecido
el desencanto y las dudas sobre la capacidad del nuevo gobierno para
instrumentar su programa de reformas ambiciosas.
El
guión no es nuevo. Se utilizó en el estado de México en el 2006, cuando
fuerzas especiales de las Brigadas de Operación Mixta (BOM), se
enfrentaron con ejidatarios de San Salvador Atenco que se oponían a la
construcción del aeropuerto metropolitano en sus tierras. Un millar de
policías atacaron a 100 ejidatarios de esa comunidad, con un saldo de 30
campesinos lesionados de gravedad, 19 desaparecidos y tres policías
heridos. El recién inaugurado mandatario estatal, Enrique Peña Nieto,
quiso deslindarse de la debilidad de los gobiernos de Vicente Fox y de
Arturo Montiel, asumiendo este acto de autoridad que, sin embargo,
terminó urbi et orbi como un acto de arbitrariedad conocido como el
Atencazo.
Lo
nuevo en esta ocasión es la utilización de la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos del Distrito Federal como testigo social, padrino de
bautizo o chaperón de este despliegue de cuerpos policiales, así como de
las autoridades capitalinas como corresponsables de lo que allí suceda.
Ahora
bien, al jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera,
tirios y troyanos buscan “echarlo en medio” en este juego de dominó y
vencidas políticas en que se ha convertido la aprobación de la reforma
educativa.
Reprime
o renuncia, es la falsa disyuntiva que le están planteando al
responsable del gobierno capitalino frente a las movilizaciones de la
disidencia magisterial, que previsiblemente habrán de incrementarse en
estos días, a pesar de todas las mesas de diálogo que se instalen,
porque la decisión de las partes en conflicto parece inamovible: los
maestros exigen la abrogación de la reforma educativa y el gobierno
federal rechaza modificar un punto o una coma a los tres reglamentos que
la harían posible, especialmente el de la Ley General del Servicio
Profesional Docente, que entre otras arbitrariedades prevé el despido de
docentes sin derecho a indemnización.
La
pretensión es que el gobierno de la ciudad, por la vía de la represión,
se convierta en el gato que saque las castañas del incendio en que
amenaza convertirse la reforma educativa, por un error de negociación y
cálculo político de sus promotores.
La
pretensión puede llegar incluso al chantaje: “¿quieres nuestros votos
para convertir al DF en el estado 32 del pacto federal? Pues danos antes
una prueba de tu fe federalista: échanos una manita reprimiendo a los
maestros. Coopelas o cuello”.
La
reforma educativa trae un pecado político de origen: el despotismo
ilustrado. La educación de calidad, un bien público necesario e
indispensable, se decidió impulsarla con una práctica políticamente
agotada y disruptiva, el centralismo autoritario. “La reforma a la
letra, con sangre entra”.
De
manera inconsulta, vertical, hermética y hasta tramposa (se pidió a los
inconformes presentar ponencias y propuestas, de las cuales ninguna fue
incorporada) se decidió impulsar una reforma cuyo aspecto central,
paradójicamente, no es revolucionar los contenidos educativos y la forma
de socializarlos, sino modificar el esquema laboral entre el gobierno y
los maestros. Sus autores consideran que el principal problema
educativo del país es el mensajero (los maestros) y no el mensaje, es
decir, lo que se enseña, cómo se enseña y en qué condiciones se enseña.
Por
supuesto que el sindicalismo magisterial, oficial y disidente, tiene su
cuota de responsabilidad en el desastre educativo del país.
Responsabilidad de la que no están exentos los patrones, los sucesivos
gobiernos federales de PRI y PAN. Pero no es el único ni el primer
eslabón de la cadena de cambios sucesivos que es necesario introducir
para detonar una verdadera revolución educativa en México.
Hace
11 años el gobierno de la ciudad de México vivió un amago político
similar con las protestas de los ejidatarios de Atenco. Fox pretendió
que AMLO le hiciera el trabajo sucio de reprimir a los protestantes. Lo
regresó por peteneras. “De acuerdo a la Constitución usted es el jefe de
la policía de la capital, usted deles la orden”. Sobrevino el Atencazo.
Ayer eran dos mil campesinos de un municipio. Hoy son más de 15 mil
maestros de cuatro estados…, más los que se acumulen.
Fuente:
http://diputadosenmovimiento.org (sitio que expiró justo ayer)
Reproducida en
http://aristeguinoticias.com/