Tenemos que regenerar nuestro pensamiento, brutalmente dañado por la toxicidad ideológica de un sistema autodestructivo y criminal; auto-educarnos en la confianza hacia los demás. Hacer pedagogía en la fe en el propio ser humano, en la necesidad de caminar juntos; desechando el individualismo suicida que nos despeña uno tras otro en el abismo.
Porque es urgente creer en nuestra fuerza y capacidad, en la unidad necesaria para luchar contra este sistema depredador que nos devora, anula y mata, pero más que nunca hay que creer en los otros, en la bondad, en la justicia, en la solidaridad, en la honestidad, en la buena fe, en la voluntad de servicio; en los valores que nos construyen por dentro, que nos alegran la existencia, que nos permiten descansar con la conciencia en calma por haber actuado como seres humanos de bien.
Porque, ¿qué clase de mundo podemos construir si no confiamos en los demás; si no podemos darnos la mano y andar juntos; si no podemos apenas delegar; si no creemos en la buena política; si no recordamos a los que nos precedieron, insobornables, hasta morir en la lucha por la justicia social, por el ser humano? ¿Qué nos deparará un futuro sin fe en los otros, sino cinismo, competencia, oscuridad, insolidaridad y barbarie? Da terror imaginarlo.
Hay que trascender de la confianza recluida en la casa familiar y en el entorno más inmediato. Hay que salir y gritar a los cuatro vientos el amor. Hacer apostolado en los valores del ser humano para contrarrestar y desterrar la destructiva filosofía de la desconfianza. Creer contra viento y marea en los demás. La primera batalla es la del pensamiento. Confiar y merecer la confianza. Recuperar el gran amor por los otros.
María Vacas Sentís
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